Platón y «Tiempos Modernos» (1936)
Esta fue una intervención verbal en torno al análisis filosófico y cinematográfico de “Tiempos modernos” (1936), de Charles Chaplin.
Identifiquemos tres conceptos clave: el amor, la liberación y la felicidad. Concibamos ciertos actos de amor productivos de la idea del mismo; siendo dicha conducta la forma en la que el protagonista pretendería observar la inteligibilidad del Amor. La liberación funge, a su vez, como idea, pues se alcanza de modo nouménico. Sin embargo, él (el protagonista) inicia contemplándola en lo fenoménico y concluye su comprensión como sujeto trascendental. Véase a la felicidad como el fin último de la existencia, porque todo cuanto le antecede es sólo un medio que la instrumenta. Pues así acontece en la cinta. El descubrimiento del Bien equivale a la felicidad y el Amor se sitúa en tal formalidad. Comprobemos que la propensión del hombre se ha trasladado de lo corpóreo a lo invisible. Identifiquemos, en ello, una transformación conceptual de la virtud en el protagonista. Al principio, focaliza al placer, que es únicamente sensible. Señalemos ahora cómo se regula la perspectiva antedicha; pues contempla a la consciencia (de ser virtuoso) como medio, y también como fin, indispensable hacia la felicidad. Se ha trasladado la facultad que lleva al soberano bien. El protagonista juzga la moralidad conforme a lo racional, prescindiendo de la física y de la mutabilidad. Ha tomado un nuevo camino, pues ya no distingue a la felicidad representada, sino que la contempla en sí misma, pura. Esto supone el ascenso dialéctico en los sistemas ontológico y epistémico de Platón. He aquí, en el término (a saber: en la escena final), Charlot se ha localizado en la región que contiene al origen del mundo natural, sobre el que se instruye el sol como la cúspide entre las formas: la idea consolidada del Bien supremo, de donde emana la unidad del mundo metafísico. De éste modo se libera también la huérfana de sus cadenas.
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