El conocimiento científico

El conocimiento científico concreta la teorización objetiva, racional, sistémica, inequívoca y universal  del mundo circundante. Su determinación está condicionada por el sujeto, que conoce al objeto representado. Tal materia de investigación supone la diversificación de la ciencia, en la medida en que ello establece lo diferenciado, así, según corresponda, de modo formal o fáctico. Se ubican, pues, en tal formalidad la matemática y la lógica, ambas, si bien tautológicas y abstractas, esencialmente puras, son axiomáticas y, por ello, fundamentales en la construcción de lo posterior. El modo de conocer de éstas le distinguirá de la vertiente fáctica, que es empírica, pues ha de legitimarse extrínsecamente; se encuentran allí las ciencias naturales, cuyo sostén es matemático, y las humanísticas, que son, en suma parte, disciplinarias. No obstante, aquéllas se instituyen sobre un procedimiento general, al que se le denomina método: una secuencia de razonamientos ordenados que permiten la proposición coherente de una hipótesis, pues ha de ser el fundamento de un nuevo saber, que se configura a sí mismo sobre la verdad, la validez y el rigor. A su vez, la fundamentación de tal estructura es, también, múltiple y, por tanto, focaliza la inscripción de tres modelos explicativos: el idealista, que le adscribe al sujeto la formación del ser de las cosas; el mecanicista, que parte de la significación fenoménica de tal cosa, y el dialéctico, que congrega ambos en la síntesis de sus elementos constitutivos. Su consecución es, así, progresiva y sustenta la reevaluación de sus contenidos, prescindiendo de adherencias dogmáticas. Por ello, la búsqueda antedicha es inacabada, es decir, no posee algún límite temporal determinado. Principalmente, se reconoce a la composición del conocimiento con lo descriptivo, lo conceptual y lo teórico, términos que fijan su apropiada figuración en la observación, la abstracción y la formalización de aquél, donde, la física, en ejemplificación de lo dicho, comprende a la naturaleza como un complejo regular y predictivo, que descansa sobre la causalidad: la fuerza y la acción. La iniciación de ello, como se predicó anteriormente, subyace al análisis, que descompone al objeto; la síntesis, que recompone su noción; la inducción, que articula una conclusión general silogísticamente, y la deducción, que reglamenta a la premisa en función de tal conclusión. La investigación se divide, asimismo, según sus fines: puros, que amplían el conocimiento de las cosas; aplicados, que están dirigidos a satisfacer utilidades prácticas; descriptivos; explicativos; empíricos; teóricos; documentales y de campo.

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