Los empiristas británicos

Como característica general, los filósofos empiristas enmarcan a la experiencia como legitimadora del conocimiento. Según Descartes, el padre de la modernidad racionalista, existen nociones impresas en el alma, cuyas bases descansan en la formalidad a priori. El empirismo parte de la refutación de aquel innatismo. Según sus principios gnoseológicos, el conocimiento circunda el mundo externo, pues la sensibilidad dibuja sus trazos sobre la mente humana sólo conforme sé es consciente de los datos que aquélla provee.

He aquí una síntesis de su pensamiento, que abarca:

  1. La refutación de las ideas innatas.
  2. El lugar de los principios de la lógica en la experiencia.
  3. Dios como la base ontológica de los sistemas del mundo.
  4. La negación de la materia como sustrato extrínseco.

LA NEGACIÓN DEL INNATISMO

  • John Locke
Grabado de John Locke.

La inexistencia de las nociones primarias, fundamentales, irreductibles, sustanciales y de predeterminación natural a las que la tradición filosófica llamó ideas innatas responde a la ineficiencia del consenso universal, pues no hay ningún principio al cual toda la humanidad preste asentimiento universal inexperimentalmente.

Ello es evidente en la idea de Dios, por ejemplo. Tal noción es pretensiosamente una. Descartes la planteó universalmente sobre toda actividad racional. Sin embargo, son evidentes las múltiples divergencias que corresponden a la realidad de Dios como divinidad. Cada pueblo le otorga un sentido propio, lo que sería indiferente al entendimiento de aquella predisposición. Si la mente no las advierte, y no es capaz de notar una tergiversación con respecto a ellas, es inútil denominarlas innatas y tal impresión preestablecida es, por consiguiente, vacua. Pues si un principio presume ser irrefutable en el entendimiento y no se tiene clara y distinta noticia de él, equivale a ser y no ser al mismo tiempo.

El empirismo revaloriza la sensibilidad. Locke afirmó que el entendimiento no puede reconocer nada que no haya pasado antes por los sentidos: pues nuestra observación le proporciona a nuestra mente todo el material del pensamiento. El origen de las ideas y, por ende, de un conocimiento desarrollado se basa en la sensibilidad (impresiones) o en la reflexión (ideas). El análisis le corresponde a la razón, pero sin percepción no habrían contenidos que abstraer, por lo que es imprescindible conocer los objetos sensibles y racionalizarlos.

¿Y LAS VERDADES INDEDUCIBLES DE LA LÓGICA?

¿Cuál es el origen de los principios de identidad, de (no) contradicción y de tercer excluido?

Los principios son juicios indemostrables, primarios e inmediatos, evidentes en sí mismos: sencillamente, intuitivos. Una vez se los formulan, el hombre los comprende, sin mediación analítica ni silogística. Descartes identificó a las ideas innatas con las bases antedichas. Por su clara evidencia, pensó, parecían estar allí inherentemente. Sin embargo, la perspectiva empirista aclaró la necesidad interactiva con el mundo natural para entender tales fundamentos. Los modos de ser, que, a su vez, fungen como la simiente de esta lógica, son parte íntegra e inseparable de la experiencia, cognoscibles a través del intelecto agente: una pura facultad dispuesta a natura y común a la especie, capaz de ello por hábito. 

“Es natural el que, por razón del intelecto, el hombre, inmediatamente al conocer qué es un todo y qué es la parte, conozca que «el todo es mayor que la parte». Pero, por otro lado, ha de conocer qué es el todo y qué es la parte, mediante las impresiones sensibles.”.[1] 

El ser humano sí posee naturalidades, pero no conocimientos naturales. La sensibilización y la síntesis antedicha como facultades son, pues, intrínsecas al hombre y le permiten aprehender al mundo.

“Los hombres, con el solo empleo de sus facultades naturales, pueden alcanzar todo el conocimiento que poseen sin la ayuda de ninguna impresión innata.”.[2]

La certidumbre de la sustancia infinita, que es Dios, es capaz de ser afirmada y refutada desde el empirismo.

DIOS COMO EL SOSTÉN DEL SISTEMA DEL MUNDO (O COMO UN MERO INSTRUMENTO PARA ELUDIR INCONSISTENCIAS CAUSALES)

  • George Berkeley
Retrato de George Berkeley.

George Berkeley, obispo inglés, predicó la existencia a través de la percepción como único atributo, que partía de una especie ontológica distinta. Para él, el mundo es una mezcla jerárquica de espíritus observadores e ideas que constituyen la realidad intangible de objetos de experiencia. En tanto existen dichos sujetos para las ideas, de forma análoga, tendría que reglamentarse un percipiente para los espíritus menores y los conocimientos que inteligen. Tal espíritu mayor sostendría la realidad, privando su contingencia y guardando su verosimilitud: porque todo, según el filósofo, lo dispondría ilimitadamente y durante una infinitud temporal. De tal modo, la metafísica berkeleyeana le adscribió a Dios la cohesión, la eternidad y la increación del mundo, conforme a las presuposiciones de su idealismo subjetivo. 

Pero ello a los críticos les pareció más una estrategia para regular la inmaterialidad, negar a Isaac Newton y al éxito de su mecánica atea, y no una razón con suficiencia explicativa y argumental.

  • David Hume
Grabado de David Hume.

David Hume, escéptico radical, rechazó el argumento ontológico (intuir la existencia de Dios sobre la base de la perfección conceptual, que es el predicado que valida su existencia) al indicar la inaplicación de dicho análisis proposicional, en tanto el pensamiento no equivaldría a la existencia auténtica. Hume planteó, con ello, la imposibilidad de la idea de la causación a priori, por lo que también invalidó su carácter formal y eficiente, esto es, la doctrina peripatética. En aquel contexto, la verdadera trascendencia, dijo, se comprueba en la experiencia. Si una construcción no pertenece al medio externo, es un mero contenido mental. Ni Dios, ni un caballo alado tienen realidad absoluta como hechos en la filosofía humeana, porque no son fenómenos en su naturaleza estricta.

“[Hume] le invita a la razón a declararle con qué derecho cree que pueda existir algo que una vez supuesto haga necesario suponer otra cosa (…) Prueba [él] que es completamente imposible para la razón pensar a priori una conexión, puesto que esto supone una necesidad (…) De aquí concluye que la razón se engaña completamente en ese concepto (…) que no es otra cosa que un bastardo de la fantasía, la cual, fecundada por la experiencia, ha comprendido tales representaciones bajo las leyes de la asociación y ha sustituido una necesidad subjetiva, esto es, una costumbre que de ahí nace, por una necesidad objetiva que nace del conocimiento. De allí concluye que sus pretendidos conocimientos, subsistentes a priori, no sean otra cosa que experiencias comunes falsamente impresas.”.[3]

Eso sí: Hume no consideró la negación categórica de la existencia de Dios. Su sistema filosófico es escéptico, por lo que no halló facultad clara y distinta en afirmar o negar radicalmente alguna idea. La noción de Dios, escribe en su tratado, subyace a un análisis extensivo de las operaciones mentales humanas. Establecer un punto de partida, a modo de causa increada, es tan inconcebible como la realidad del caballo alado, pues ninguno se ha obtenido una impresión directa. La refutación de la ley de causalidad, sobre la que descansó la metafísica clásica, y de la existencia del sujeto, como tal, substancialmente, hace imposible cualquier discurso sólido sobre el mundo y sobre el ser humano.

Sobre las impresiones afirmó:

“La causa última es, en mi opinión, perfectamente inexplicable por la razón humana, y siempre será imposible decidir con certeza si provienen inmediatamente del objeto, si son producidas por el poder creador de la mente, o si derivan del Autor de nuestro ser.”.[4]

Por ello, con Hume, la filosofía culminó en un escepticismo que nadie podía refutar y nadie podía aceptar, como también pensó de él Bertrand Russell.

NO HAY TAL COSA COMO LA MATERIA EXTRÍNSECA

Berkeley afirmó la inexistencia de la materia partiendo de la clave del ser y de la percepción, por lo que es considerado empirista: el ser de todo lo que llamamos una cosa es, única y exclusivamente, su ser percibido. Creyó demostrar que toda realidad es mental. Lo que probó es que nosotros percibimos cualidades, no cosas, y que las cualidades son relativas al receptor.

“Con respecto a la materia sobre la que se proyecta lo activo se concede evidentemente (…) que no existe fuera del espíritu (…) Por eso Berkeley sólo habla de la proyección de las cosas sobre la conciencia, de la que no salen nunca, para él (…) De donde se sigue que sólo residen en la conciencia de sí, ya que una percepción que no se da en quien se la representa no es nada, es una contradicción inmediata (…) Cuando nos imaginamos que existe fuera de la conciencia algo parecido a las representaciones, incurrimos también en una contradicción, pues una representación sólo puede parecerse a una representación, una idea a una idea.”.[5]


[1] Lorenzo Vicente Burgoa, Estructuras mentales y principios racionales. 

[2] John Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano. 

[3] Immanuel Kant, Prolegómenos a toda metafísica futura que pueda presentarse como ciencia. 

[4] David Hume, Tratado de la naturaleza humana. 

[5] George Hegel, Lecciones sobre la historia de la filosofía III.

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